martes, 10 de junio de 2014

Tyrannosaurus rex



Vivió a finales del Cretácico hace 66 a 67 millones de años. Fue un Carnívoro bípedo con un enorme cráneo masivo equilibrado con su enorme cola. Actualmente está en conflicto su naturaleza. Algunos afirman que se trata de un cazador de hadrosáuridos y ceratópsidos, otros creen que con sus características les habría sido imposible cazar presas que no estuvieran heridas o ya muertas como un carroñero debido a su movilidad. Es uno de los debates más largos de la paleontología.

                                                                                                                                                                                                                        Fósil del  cráneo de Tiranosaurus rex
                                                                                            

 Podía superar los 12 metros y medio, 4 de alto y las 8 toneladas. Sólo su cráneo medía 1,5 metros de largo. Uno de los mayores carnívoros y muy popular, aunque es más pequeño que otros terópodos del cretácico como el Spinosaurius (probablemente el carnívoro más grande que haya existido nunca con hasta 18 metros) o el Gigantosaurus. Tenía un cráneo grueso en la parte trasera y estrecho en la delantera, mejorando su visión binocular. Tenía dos miembros superiores pequeños pero fuertes, con garras y sus dos miembros traseros eran proporcionalmente más grandes que en otros terópodos. El diente de Tyranosaurus más grande conocido medía 30 centímetros.


  

Relación de tamaños entre los diferentes tiranosauridos.


   File:TrexSue.jpg




  Sue, el mayor fósil de Tyranosaurus rex conocido hasta la fecha.


      Wikipedia

martes, 3 de junio de 2014

Nanopartículas capaces de entrar en células cancerosas cerebrales e implantarles instrucciones genéticas.

Se ha conseguido crear nanopartículas biodegradables capaces de transportar ADN hasta células de cáncer cerebral en ratones. Los resultados de los primeros experimentos sugieren que estas partículas, si se las carga con los genes letales adecuados, podrían ser suministradas en un futuro a pacientes con cáncer cerebral durante una neurocirugía para matar selectivamente las células tumorales remanentes sin dañar el tejido cerebral normal.

En los experimentos llevados a cabo por el equipo del Dr. Alfredo Quiñones-Hinojosa, profesor de neurocirugía en la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore, Maryland, Estados Unidos, las nanopartículas consiguieron con éxito insertar un gen en células cancerosas cerebrales de ratones, donde se activó. En cambio, en células cerebrales sanas eso no ocurrió. Esto demuestra que es factible que dichas nanopartículas, actuando a modo de Caballos de Troya, puedan en el futuro transportar genes que selectivamente induzcan la muerte en células cancerosas, dejando intactas a las células sanas.

El equipo de Quiñones-Hinojosa, Jordan Green, Hugo Guerrero-Cázares, Stephany Tzeng, Noah Young y Ameer Abutaleb se centró en glioblastomas, la forma más letal y agresiva de cáncer cerebral. Con los tratamientos estándar de cirugía, quimioterapia y radioterapia, el tiempo medio de supervivencia es de sólo 14,6 meses. Poder matar a las células tumorales resistentes a los tratamientos estándar aumentaría drásticamente la esperanza de vida de los pacientes.

Si todo progresa como se espera, durante una intervención quirúrgica, las nuevas nanopartículas, cargadas con los genes letales adecuados, podrían ser liberadas en la zona del cerebro del paciente afectada por un tumor, y matarían selectivamente a cualquier célula tumoral remanente sin dañar el tejido cerebral normal.

Moléculas de plástico biodegradable, representadas en color naranja, se autoensamblan con moléculas de ADN, representadas entrelazadas en círculos negros, para formar nanopartículas diminutas que pueden insertar genes dentro de células cancerosas. (Imagen: Stephany Tzeng)

En los experimentos recientes, el gen con el que se cargó a las nanopartículas ponía en marcha la producción de proteínas emisoras de luz, por lo que era fácil ver si el gen se insertaba y activaba o no en cada tipo de célula.

Los investigadores inyectaron las partículas directamente en ratones con un tumor cerebral canceroso humano, y en el cerebro de ratones sanos utilizados para comparación. Las células sanas rara vez produjeron las proteínas emisoras de luz, a pesar de que se les suministró partículas portadoras de ADN en una cantidad similar a la recibida por las células tumorales.

Estas nanopartículas se pueden liofilizar y mantenerse almacenadas durante al menos dos años sin perder su eficacia. Esto permitirá fabricarlas en grandes cantidades, distribuirlas con menos limitaciones, y, en definitiva, facilitar su uso allá donde se las necesite.